EJE CONTEMPORANEO QUE FUNDAMENTA EL TRABAJO SOCIAL EN COLOMBIA
En la década de los noventa el Trabajo Social se inclina por el paradigma de la comprensión y la interpretación6 donde se inscriben tendencias teóricas contemporáneas como: la fenomenología, la etnometodología, la hermenéutica, la teoría de sistemas, el interaccionismo simbólico, la cibernética, la acción comunicativa, el construccionismo, la lingüística y el pensamiento complejo entre otros.
El paradigma de la comprensión y la interpretación de corte cualitativo se apoya en la tradición aristotélica de la ciencia, que rescata las explicaciones físico – cualitativas, la explicación teleológica o de la causa final que es la intención (¿Con el fin de qué ocurren los fenómenos?). Bajo esta tradición la explicación científica se logra cuando se da razón de los hechos o fenómenos mediante el camino inductivo o deductivo.
Este paradigma reconoce al sujeto como actor, la irrupción del sujeto en lo social quiebra el paradigma explicativo, al hablar del sujeto aparece el mundo de la vida, se reconoce lo singular como expresión de lo interior, se le da importancia al lenguaje como acción, se rescata la cotidianidad y la reflexividad. La explicación científica de la conducta social debe servirse del mismo entramado conceptual utilizado por los propios agentes sociales (Winch), la sociedad es algo objetivo y subjetivo y la razón es intersubjetiva (Habermas).
Las prácticas profesionales en esta época atraviesan por un proceso de reconstrucción significativo, abiertas a la pluralidad de formas de pensamiento y a la diversidad de metodologías y de campos de intervención.
El giro lingüístico ha implicado un énfasis en las prácticas y relaciones sociales, en tanto que prácticas, significantes, es decir aquellas que organizan y construyen acciones sociales y que implican o asumen a los actores sociales como intérpretes o creadores de significado.
La redefinición teórica del Trabajo Social nos lleva necesariamente a una redefinición metodológica acorde con los postulados epistemológicos del paradigma de la comprensión y la interpretación. Esta redefinición metodológica debe darle cabida a herramientas de tipo cualitativo, interactivas y proactivas que potencien el diálogo, la escucha, la creatividad, la reflexión crítica y la observación, colocando la centralidad de la acción social en la intersubjetividad y el rescate de la cotidianidad.
Imponiéndose la construcción de nuevas racionalidades no instrumentales que vinculen la reflexión ética, política, ambiental, cultural, de género, generacional, articuladas en un sentido holista e irreductible a la ampliación de lo humano, donde se tome al ser humano como unidad integral, determinada por múltiples dimensiones: biológica, subjetiva, intuitiva, psicológica, cultural, económica, política, social y espiritual; unidad que a su vez hace parte de un macrocosmos con el que interacciona biunívocamente.
Este reconocimiento exige hoy al Trabajo Social el análisis y reflexión de las prácticas culturales de la cotidianidad, demanda la construcción interdisciplinaria y establece nuevas demandas formativas y de interacción profesional, que se fundamentan en el reconocimiento de la sociedad en tanto dimensión compleja, diversa y dinámica.
El paradigma de la comprensión y la interpretación de corte cualitativo se apoya en la tradición aristotélica de la ciencia, que rescata las explicaciones físico – cualitativas, la explicación teleológica o de la causa final que es la intención (¿Con el fin de qué ocurren los fenómenos?). Bajo esta tradición la explicación científica se logra cuando se da razón de los hechos o fenómenos mediante el camino inductivo o deductivo.
Este paradigma reconoce al sujeto como actor, la irrupción del sujeto en lo social quiebra el paradigma explicativo, al hablar del sujeto aparece el mundo de la vida, se reconoce lo singular como expresión de lo interior, se le da importancia al lenguaje como acción, se rescata la cotidianidad y la reflexividad. La explicación científica de la conducta social debe servirse del mismo entramado conceptual utilizado por los propios agentes sociales (Winch), la sociedad es algo objetivo y subjetivo y la razón es intersubjetiva (Habermas).
Las prácticas profesionales en esta época atraviesan por un proceso de reconstrucción significativo, abiertas a la pluralidad de formas de pensamiento y a la diversidad de metodologías y de campos de intervención.
El giro lingüístico ha implicado un énfasis en las prácticas y relaciones sociales, en tanto que prácticas, significantes, es decir aquellas que organizan y construyen acciones sociales y que implican o asumen a los actores sociales como intérpretes o creadores de significado.
La redefinición teórica del Trabajo Social nos lleva necesariamente a una redefinición metodológica acorde con los postulados epistemológicos del paradigma de la comprensión y la interpretación. Esta redefinición metodológica debe darle cabida a herramientas de tipo cualitativo, interactivas y proactivas que potencien el diálogo, la escucha, la creatividad, la reflexión crítica y la observación, colocando la centralidad de la acción social en la intersubjetividad y el rescate de la cotidianidad.
Imponiéndose la construcción de nuevas racionalidades no instrumentales que vinculen la reflexión ética, política, ambiental, cultural, de género, generacional, articuladas en un sentido holista e irreductible a la ampliación de lo humano, donde se tome al ser humano como unidad integral, determinada por múltiples dimensiones: biológica, subjetiva, intuitiva, psicológica, cultural, económica, política, social y espiritual; unidad que a su vez hace parte de un macrocosmos con el que interacciona biunívocamente.
Este reconocimiento exige hoy al Trabajo Social el análisis y reflexión de las prácticas culturales de la cotidianidad, demanda la construcción interdisciplinaria y establece nuevas demandas formativas y de interacción profesional, que se fundamentan en el reconocimiento de la sociedad en tanto dimensión compleja, diversa y dinámica.
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